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En esta escena saturada de color y humor, un gato negro observa con una mezcla de juicio y complicidad. A su alrededor, los objetos parecen tener conciencia propia y se acusan mutuamente de impostores.
El florero, torpemente sincero, balbucea: “Sheinto que estas flores son de mentiritas y Temu que tú también”. Las palabras “Sheinto” y “Temu” deforman intencionalmente Siento y Temo, pero al mismo tiempo aluden a las plataformas de consumo Shein y Temu, conocidas por sus copias masivas y su estética de lo falso como norma. El gesto convierte la frase en una declaración sobre el deseo contemporáneo de autenticidad en un mundo saturado de imitaciones.
La cartera, por su parte, confiesa sin pudor: “Soy una falsa”. Lleva la firma de Luis Pinzón en lugar de Louis Vuitton, parodiando la obsesión por el lujo y la marca como símbolo de pertenencia.
El gato, testigo y portavoz del cuadro, sentencia: “Eres una falsa”. Su mensaje resuena en varias direcciones: hacia la cartera, hacia su dueña —probablemente fuera de cuadro— y también hacia quien lo observa.
Solo la copa de vino reclama transparencia, literal y simbólica: “Soy transparente”. Es el único objeto que no disimula, que no pretende.
A través del humor y la ironía, la obra desarma la idea de lo “auténtico” en una época donde lo falso se ha vuelto cotidiano. Todo finge —con elegancia, con ironía, con color— y al final, esa falsedad compartida se convierte en una forma de verdad.
